Los peruanos en el 2005 comenzamos un periodo que los expertos denominan ‘bono demográfico’ y que en el Perú se extenderá por 45 años, es decir, hasta el 2050. Esta época especial quiere decir que la cantidad de niños y ancianos fue por primera vez menor a la del resto de personas. Hoy vivimos en pleno ‘bono’. Y en la economía peruana eso se siente. En el consumo interno y en el sector retail, en los centros comerciales, que por este factor decisivo están creciendo de una forma realmente extraordinaria.
En los 90, los limeños iban de shopping al Jockey Plaza, a Plaza San Miguel o a Larcomar. En el 2002 apareció el Mega Plaza, en Lima Norte, y colocó una piedra fundacional. Hoy, se cierra el 2012 con 56 centros comerciales a nivel nacional, 34 de ellos en Lima y 22 en provincias. Y hay más de 40 proyectos en marcha, la mitad de ellos fuera de la capital. Según Juan José Calle, presidente de la Asociación de Centros Comerciales del Perú (ACCEP), el 2013 podría terminar con un centenar de centros en todo el territorio. Lo que estamos viendo es impresionante.
“En Perú está pasando lo que ocurrió en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial”, dice Erick Rey de Castro, gerente general de la consultora Colliers Internacional, “cuando los soldados regresaron, empezaron a tener niños y esos niños crecieron y empezaron a producir y a consumir y fueron los artífices de la gran expansión de la economía norteamericana”. Según el experto, los niños peruanos que nacieron hace 16 o 18 años hoy están entrando al mercado a trabajar y a gastar su dinero. “Eso lo vemos reflejado cada mes en el crecimiento del PBI, que se apoya básicamente en el consumo interno”.
Actualmente, unos 20 millones de peruanos están en edad productiva y solo unos 10 millones en edad de dependencia (situación inversa a la europea, donde hay una mayoría de niños y adultos mayores). “Si a esa clase media le damos herramientas de consumo, de crédito, el sector de retail va a seguir creciendo y generando trabajo e ingresos para el Estado”, dice Rey de Castro.
En un lapso de solo cuatro años las ventas de los centros comerciales se han más que duplicado. En el 2008, facturaron 2.290 millones de dólares (que ya representaban un 43% con respecto al año anterior). Se calcula que este año su facturación superará los 5.211 millones de dólares. Es más, este año, la afluencia de visitantes superará los 35,8 millones al mes, más del doble que hace tres años.
“El bono demográfico nos ofrece una oportunidad única para expandir los negocios y la economía”, dice el ejecutivo de Colliers. “Para acercarnos al desarrollo son fundamentales dos cosas: el dividendo, que ya existe, y que la economía funcione”.
Juan José Calle considera que han habido tres hitos en el desarrollo de esta industria en el país. El primero, en 1997, cuando apareció el Jockey Plaza y generó un espacio para las tiendas por departamento. Luego, en noviembre del 2002, cuando la sociedad entre el Grupo Wiese y el Grupo Parque Arauco (Chile) creó el Mega Plaza, incorporando a sectores de la ciudadanía que hasta ese momento habían sido ignorados por los centros comerciales. Y el último, en diciembre del 2008, cuando se inauguró el primer mall fuera de la costa, el Real Plaza de Huancayo, y acabó con el mito de que la gente de la sierra solo quería “bodegas” y “paraditas”.
“En este negocio hay tres tipos de jugadores”, dice Calle, quien también es gerente general del Jockey Plaza. Primero, los grupos empresariales locales, como los Wiese, Brescia, Romero y Graña y Montero, algunos más grandes que otros. Después, los cinco extranjeros, todos chilenos, desde el precursor Altas Cumbres hasta el poderoso Falabella, pasando por Cencosud, Parque Arauco y Mall Plaza. El tercer tipo son las empresas nacionales más pequeñas que recién están incursionando en el sector y que empiezan a abrir sus propios locales en provincias.
A la fecha, Interbank (con 14 locales del Real Plaza) y Falabella (con ocho del Open Plaza) son los grupos más prolíficos. Ninguno de sus complejos alcanza, sin embargo, las dimensiones de monstruos algo más solitarios como el Jockey Plaza (de Altas Cumbres) y Plaza Norte (del Grupo Wong), de 200 mil metros cuadrados de extensión cada uno. Estos dos, junto a Plaza San Miguel, Mega Plaza, Plaza Lima Sur y Mall Aventura Plaza Bellavista, son considerados por los expertos centros comerciales Súper Regionales, que satisfacen la demanda de público proveniente de varios distritos. También hay locales de alcance Regional (como los Open Plaza de Atocongo y Angamos), Comunitario (Real Plaza Centro Cívico o el Parque Agustino), de Estilo de Vida (Larcomar y El Polo) y Power Centers (Open Plaza La Marina y Real Plaza Chorrillos). Los Strip Center son conjuntos de pequeñas tiendas ubicadas en zonas residenciales.
Debido a la escasez de grandes extensiones de terreno en Lima, la aparición de centros Súper Regionales es limitada. Según Juan José Calle casi no quedan terrenos grandes en la ciudad. Los que había se agotaron y lo que las empresas deben hacer ahora es comprar manzanas de viviendas (lo que las obliga a negociar con muchos propietarios a la vez) o reconvertir espacios como campos deportivos o cuarteles militares. “Hay terrenos subutilizados que podrían aprovecharse. Un ejemplo es el colegio Alfonso Ugarte. Con el dinero que vale ese terreno se podrían construir 10 colegios en las zonas de donde provienen sus alumnos”, señala.
Ejemplos de esta reconversión son el propio Jockey Plaza (que era la cancha de entrenamiento de los caballos del Hipódromo de Monterrico) o Parque El Agustino (en el antiguo cuartel La Pólvora).
El mercado del norte
Cuando el Mega Plaza fue inaugurado, en el 2002, en Independencia –sobre un terreno de 96 mil metros cuadrados en el que hace 50 años estaba la planta de ensamblaje de la Ford–, empezó con unos 90 operadores, incluyendo a los arrendatarios de tiendas pequeñas y a los establecimientos ‘ancla’ Tottus (de Falabella) y Max (de Ripley). “Era una apuesta arriesgada”, dice su gerente general, Percy Vigil, “era un momento en el que los centros comerciales tenían problemas económicos y el sistema financiero veía el proyecto con mucha cautela”.
Los resultados sorprendieron a los incrédulos. A inicios del 2003, poco después de empezar a funcionar, el mall ya recibía a 850 mil visitantes al mes. Ese primer año facturaron nada menos que 108 millones de soles.
“Se sabía que existía una necesidad. Lima Norte era una realidad de 2 millones de habitantes con un ingreso per cápita mejor que el de Lima Este y Lima Sur”, dice Vigil. “Los retailers tenían serias dudas de que sus marcas pudieran tener mercado suficiente. Sin embargo, el Grupo Wiese tuvo la convicción de que había que desarrollar el proyecto y de que los estudios iban a terminar dándoles la razón”.
Siete años después, a menos de un kilómetro de distancia, abrió sus puertas el Plaza Norte, en un terreno de 200 mil metros cuadrados. El Mega Plaza ya había demostrado que había mercado suficiente para las tiendas comerciales de calidad. El Grupo Wong concibió un proyecto ambicioso, con 100 tiendas (incluyendo Maestro, Makro y Wong) y una serie de novedosos conceptos ‘ancla’, entre ellos un centro de atención en el que la gente puede hacer diversos trámites con el Estado. Además, destinó 40 mil metros cuadrados para construir un terminal de buses que hoy recibe 120 mil viajeros al mes.
La manera en que ambos centros comerciales han crecido es impresionante. El Mega Plaza recibe al mes más de 3 millones de personas, continúa ampliándose y este año facturará una venta bruta de 485 millones de soles. El Plaza Norte se ha convertido en una verdadera ciudad (pronto tendrá una torre médica y un hotel) que atiende a 2 millones 200 mil visitantes al mes y que este año venderá por casi 270 millones de soles. Ni Percy Vigil, gerente general de Mega Plaza, ni Enrique Rivera, gerente de Operaciones de Plaza Norte, consideran necesaria una feroz competencia entre sí para tener éxito. “En Lima Norte viven 3 millones y medio de personas”, dice Rivera, “y los estudios dicen que con 800 mil ya puedes abrir un centro comercial que sea rentable. Por la cantidad de gente que vive acá, creo que hay mercado para ambos”.
En las provincias
Si en Lima la ausencia de terrenos constituye una limitación para que el crecimiento de centros comerciales continúe, en provincias –excepto en algunas ciudades del norte– hay muchísimo espacio para expandir el negocio.
Desde que Falabella instaló el Open Plaza Cayma en Arequipa, en el 2002, los malls en el interior del país se han multiplicado. Parque Arauco inició este año la construcción de su Mega Express Chincha, que debería operar el primer trimestre del próximo año, y tiene en carpeta proyectos similares en Cañete, Barranca y Pisco. El Grupo Ekimed también inaugurará dentro de poco El Quinde Shopping Plaza Ica, que tendrá como tiendas ‘ancla’ a Ripley, Saga y la chilena Paris.
En medio de este crecimiento, puede parecer inexplicable que distritos como San Juan de Lurigancho todavía no cuenten con un gran centro comercial (solo hay un power center con Metro y cine). “Allí viven 1 millón y medio de personas que tienen que viajar una hora para ir al centro”, dice Juan José Calle. “Es que no hay terrenos”.
El presidente de la ACCEP dice que Quito, que tiene la misma población que San Juan de Lurigancho, tiene 12 centros comerciales. “El Perú tiene 30 millones de habitantes y hay 56 centros. Colombia, con una población similar, tiene 400”.
¿El techo es alto, entonces? “En Lima tenemos todavía bastante techo y mucho más en provincias”, dice Calle. “¿Cuánta gente vive en Pachacútec? ¿Unos 100 mil? ¿No crees que en unos años ellos necesitarán una buena oferta de servicios? Nosotros esperamos que dentro de un tiempo todo Pachacútec esté asfaltado, con gente con empleo, que quiera tener servicios de calidad y acceso a mecanismos de consumo. Y así como Pachacútec hay muchas zonas. Cualquier núcleo de más de 30 mil personas puede tener un centro comercial”.
“Es cuestión de olvidarse de los paradigmas”, dice Percy Vigil. “Y atreverse”.