Los empleados del supermercado Unicasa de la urbanización Cumbres de Curumo —un sector de clase media alta donde residen muchos militares retirados y activos por su cercanía con Fuerte Tiuna, la principal fortaleza militar de Venezuela— vivieron una semana muy tensa.
El miércoles llegó la leche en polvo, un producto que en Venezuela es tan escaso como el agua en el desierto. De inmediato, alertados a través del teléfono móvil, los vecinos y clientes de otras zonas de Caracas hicieron una larga fila para comprar cuatro paquetes, el máximo permitido.
En un esfuerzo por tratar de garantizar que los bienes más buscados —leche, café, arroz, papel higiénico, azúcar, jabón y aceite de maíz— alcancen para todos, los supermercados han regulado su venta, pero la demanda supera cualquier previsión.
Y entonces, con la escasez, aparece la desesperación y es que las filas continúan dentro de los establecimientos, donde apenas hay productos para elegir. Cabe mencionar que el índice de escasez dejó de publicarse en marzo cuando estaba en 29,4 por ciento.
“Enero nos ha recibido peor de lo que cualquier venezolano pudo haber imaginado, con un desabastecimiento alarmante producto de la falta de planificación de un gobierno que en dieciséis años lo único ha hecho es actuar en contra de la producción nacional, la inversión privada y foránea, utilizando las expropiaciones como mecanismo de venganza y colocando en puestos estratégicos a personas sin capacidad o pericia para poder impulsar nuestra economía no petrolera”, dijo el secretario general nacional de Unidad Visión Venezuela, Omar Ávila.
Recordó que los venezolanos pasan penurias para conseguir alimentos y medicinas vitales para la existencia.
“Leche, harina, pañales, medicinas, papel higiénico, no sólo no están en los anaqueles que el sector oficial pretende esconder y disimular, sino que además se consiguen revendidos a través de mafias que en muchos casos, como el evidenciado en Catia el pasado jueves, involucran a las fuerzas de seguridad del Estado”, refirió.
Por ejemplo, al mediodía del jueves pasado llegó la leche líquida y se repitieron las escenas de todos estos días: gente corriendo desesperada para llevarse el máximo permitido (seis unidades), desespero y reclamos. En menos de una hora ya no había leche. Dentro del local otras personas formaron una fila para esperar la entrega de una cantidad limitada de papel higiénico.
Según el máximo líder de Unidad Visión Venezuela, el pueblo se siente “indignado” y la paciencia se agota, principalmente cuando el salario se ve empobrecido ante una inflación de más de 70%.
El desabastecimiento siempre es más marcado a principios de año, pero las escenas de desespero y las largas filas en esta época del año, que se repiten en casi todo Venezuela durante varias horas al día, sí son una novedad.
En diciembre suele haber vacaciones en las fábricas y la falta de producción es compensada con el inventario. Sin embargo, desde 2013, para paliar la escasez, el Gobierno obliga a las empresas a sacar todas sus existencias y considera al inventario un modo de acaparar.
Las leyes aprobadas por el oficialismo castigan al empresario con prisión o la eventual expropiación del negocio. De esta manera Venezuela ha llegado a 2015 en una situación crítica y con un ambiente muy tenso en los supermercados.
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