Pero debemos mirar la otra cara de la moneda de las necesidades de estímulo: el sector privado está gastando mucho menos que su ingreso agregado.
Los pronósticos del último Panorama Económico de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), suponen que en seis de sus miembros (Holanda, Suiza, Suecia, Japón, el Reino Unido e Irlanda), el sector privado tendrá un superávit de ingreso sobre gasto superior a 10% del Producto Interno Bruto este año.
Con la inflación controlada a través de shocks de oferta, los bancos centrales con meta de inflación mantuvieron las tasas de interés muy bajas por mucho tiempo. El resultado, fue una serie de desequilibrios, no muy diferente de aquellos de EE.UU. en los ´20 y de Japón en los ´80. Con la tasa de interés real muy por debajo de la tasa de crecimiento, la expansión del crédito no tuvo restricciones. Como era de esperar, la deuda explotó al alza.
Las burbujas de precios de activos, en particular de acciones en los ´90 y viviendas en la primera década del 2000; la explosión del balance del sector financiero y el aumento en su exposición al riesgo; lo que los economistas de la “escuela austríaca” denominan “desinversión”, el aumento del consumo de bienes durables en países de altos ingresos y construcción de hogares y centros comerciales en países como EE.UU., y de fábricas orientadas a la exportación en China; y finalmente desequilibrios comerciales, con el capital vertiéndose a EE.UU. y otros países de altos ingresos.
El gasto del sector privado sube de nuevo, los déficit fiscales disminuyen y la economía parece volver a la normalidad.
En esencia, balances exigidos amenazan una quiebra masiva del sector privado y una depresión, o la bancarrota soberana e inflación, o una combinación de ambas.
Hay dos maneras en que el mundo salga de su deuda sin ese colapso: un alza de la inversión privada y pública en los países con déficit o un incremento en la demanda de los países emergentes.
En la primera, un ingreso futuro más alto haría el endeudamiento actual sostenible.
En la segunda, los ahorros generados por los sectores privados de países con déficit fluirían naturalmente a una creciente inversión en mercados emergentes.
Explotar esas oportunidades conllevaría un replanteamiento radical. En países como el Reino Unido y EE.UU. habrían altos déficit por un período prolongado, pero también una voluntad acorde para promover la inversión.
Entretanto, los países de altos ingresos tendrán que reunirse con los países emergentes, para discutir reformas a las finanzas globales para facilitar un flujo de fondos sostenido desde los primeros a los segundos.
Desafortunadamente, nadie aprovecha esa agenda radical. La mayoría espera que el mundo vuelva a ser como era. No lo será y no debería serlo. El ingrediente esencial de una salida exitosa es, en cambio, usar los altos superávit del sector privado para financiar mayores inversiones, tanto pública como privada, en todo el mundo. China sola necesita mayor consumo. No repitamos errores pasados. No esperemos que un atracón de consumo impulsado por el crédito nos salve. En su lugar, invirtamos en el futuro.