Comparar a Adidas y Puma con el relato bíblico de “Caín y Abel” no está tan lejos de la realidad, pues estos dos hermanos de sangre, fueron –alguna vez – socios y sacaron adelante la fábrica de calzado Dassler, una pequeña empresa familiar en Herzogenaurach, un pueblito de Baviera, Alemania.
Según Infobae, el odio entre los hermanos y sus enfrentamientos empezaron a fines de los 40s. Entre los años 1950 y 1970, Adidas y Puma, se enfrascaron en una lucha por conquistar el mercado mundial de los seleccionados de fútbol nacionales, equipos olímpicos de las Federaciones y autoridades deportivas. Allí, se inició el hábito de pagar a atletas y entrenadores por el uso de una marca. No obstante, ambas compañías habrían jugado sucio: espiándose, robándose ideas y personal.
Prueba de ello, fue que Adidas logró bloquear en la aduana las zapatillas Puma destinadas a los atletas en los juegos olímpicos de México (1968).
UNA MISMA SANGRE, UN MISMO APELLIDO
Pero ¿cuál fue el motivo para este enfrentamiento por décadas? En la década del 20s en Alemania, Adolf (“Adi”) Dassler se hace cargo del negocio de su padre especializado en zapatillas de fieltro. Corredor y deportista, Adi está empeñado en hacer unos zapatos ligeros que le permitan correr y hacer deporte con mejores resultados. Todos en su entorno, incluido su hermano mayor Rudolf, no lo toman en serio pues no ven el potencial de sus ideas. Pero cuando su hermano se queda sin trabajo, decide ayudarlo con el proyecto y consiguen un crédito para iniciar el negocio. Adi se encarga de diseñar y confeccionar el calzado, mientras que Rudolf utiliza sus contactos para vender el material a conocidos deportistas y equipos deportivos.
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En 1920 los calzados Dassler, empezaron a gozar del prestigio en entrenadores y atletas alemanes; pero también, los roces entre ambos empezaron a aumentar, como ¿quién tenía más mérito? ¿Adolf, el creador, o Rudolf, el gerente? Las réplicas entre ambos era cada vez peor.
Sin duda, las diferencias entre ellos, era de carácter, de estilo y, en menor medida, de ideología. La política no estaba entre sus planes, pero Rudolf se afilió al Partido Nacional Socialista (nazi), que estaba en el poder desde 1933, pues el régimen daba a la gimnasia y al deporte, como vías para afirmar la superioridad germánica.
DASSLER, EN LOS MEJORES EVENTOS DEPORTIVOS
Sin bien la marca era conocida en 1928, calzados Dassler se estrena en un evento olímpico en Amsterdan, donde atletas alemanes usan sus diseños.
Luego en 1932, Adolf convence al atleta afroamericano Jessse Owen – el hombre más veloz del mundo y una de las estrellas de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 – de usar sus zapatillas para correr los cien metros. Sin embargo, el mensaje que era despejar los perjuicios racistas, no le sirvió ni en su propio país, que no recibió ningún reconocimiento pese a las cinco medallas de oro que alzó.
GUERRA AGRAVÓ LA ENEMISTAD
La llegada de la guerra para ambos hermanos agravó la situación. Primero fue movilizado Adolfo, pero a los tres meses le permitieron volver a la vida civil por ser indispensable en el funcionamiento del taller. La misma suerte no tuvo Rudolf, quien sí fue enviado al frente polaco por todo el tiempo que duró la guerra.
Esto melló no solo porque fue alejado de su esposa e hijos, sino que también marginado de la gerencia de Dassler. Rudolf, fue enviado a un campo de prisioneros y le escribía a su hermano pidiéndole que hiciera gestiones para liberarlo, pero en el fondo, estaba convencido de que el propio Adolf lo había denunciado como afiliado nazi.
SE “DIVORCIAN”
Con todas estas heridas rumiadas por años, Rudolf vuelve y denuncia a su hermano Adolf ante el Comité de Desnazificación, creado para depurar a la sociedad alemana de la influencia nazi. La denuncia no prosperó, pues el menor de los Dassler había albergado con generosidad en su taller a trabajadores de diversas creencias y orígenes, probándose su inocencia. No obstante, lo que más se había probado era que su convivencia era imposible.
Ambos deciden separarse y reúnen a sus empleados para comunicarles la decisión y como un matrimonio que se divorcia, les dieron a elegir con qué “padre” quedarse. La gran mayoría optó por Adolf – pues él dirigía toda la operación en la planta – y a Rudolf solo lo siguieron 13 personas.
TAN CERCA Y A LA VEZ, TAN LEJOS
Durante la separación de bienes en 1948, Adolf se quedó con la vieja fábrica y la casa. Rudolf tomó posesión de una propiedad cruzando el río que divide Herzogenaurach, un pueblo de Baviera, Alemania, que aún cuenta con solo 25 mil habitantes y sigue siendo la sede de las casas centrales de ambos gigantes deportivos. Sólo los separan 500 metros y un río.
Ese mismo año, nacieron las dos marcas hoy emblemáticas. El hermano menor apeló a un acrónimo de su nombre: Adi, el diminutivo de Adolf, más la primera sílaba del apellido: Das. Adidas. Rudolf recordó sus tiempos de joven deportivo cuando sus amigos lo llamaban Puma.
Esta primera competencia lo anotó Adolf, aprovechando que su hermano cortó la negociación con el entrenador de la selección alemana, Sepp Herberger, quien le pidió 1000 marcos por mes para que sus jugadores calzaran sus modelos. En el Mundial de 1954, Alemania se consagró campeón en una final disputada con Hungría sobre un terreno embarrado por la lluvia – el cielo jugó para Adolf- que puso a prueba la eficacia de las Adidas y el sistema de tampones intercambiables, que no era exclusivo de la marca pero que se popularizó gracias a ella.
Cabe precisar, que el pueblito cuna de estas grandes marcas – gracias a esta rivalidad – quedó separado como Berlín: puma a la derecha, Adidas a la izquierda, en medio el río y nadie neutral. Había una carnicería Adidas y otra carnicería Puma, peluquerías, bares, restaurantes, equipos de fútbol de cada una de las marcas. Lo mismo pasaba con los hijos de los Dassler que si se encontraban en la ruta, corrían carreras para ver quién llegaba primero a la meta. Igual que sus padres.
LOS HIJOS SIGUIERON CON LA RIVALIDAD
Las olimpíadas de Melbourne (1956), Australia, marcaron la entrada en la arena de los hijos Dassler. Especialmente Horst, el primogénito de Adolf, una de sus maniobras preferidas era el bloqueo de las zapatillas rivales en la aduana, dejando descalzos a los atletas que usaban Puma.
Más tarde, en México 1969, nuevamente boicotea la marca de su tío. Y además introduce una novedad: el obsequio de zapatillas a todos los equipos.
En la otra orilla, un momento cumbre para Puma fue la firma de un contrato con el futbolista portugués Eusebio. Para él, fueron diseñadas zapatillas con su nombre.
En las olimpíadas de Roma, en 1960, el campeón de los 100 metros, Armin Hary, había corrido con Puma pero un “descuido” del atleta empañó el logro publicitario de Rudolf: para subir al podio se quitó las zapatillas con clavos y se puso unas más cómodas: eran Adidas. El juró que fue un descuido, pero corrió toda clase de especulación.
Los hermanos Dassler, en su competencia continua, no sólo innovaron en técnicas de fabricación y diseño; también fueron los grandes creadores del márketing deportivo.
Ambas marcas se disputaban el favor de los atletas más famosos: Bob Beamon, Dick Fosbury, Cassius Clay y más tarde Franz Beckenbauer y Zinedine Zidane serán de Adidas; Puma por su parte reclutó a Pelé, Guillermo Vilas, Boris Becker y Maradona, entre otros.
Los hijos heredan las marcas rivales. Pero a la competencia mundial ya se han sumado las americanas Nike y Reebok, que desde el comienzo apelan a la deslocalización y la mano de obra barata del sudeste asiático.
Sin entrar en detalles, cabe decir solamente que ambas marcas pertenecen hoy a empresarios franceses: Adidas estuvo al borde de la quiebra, bajo la administración de Bernard Tapie, pero fue comprada y recuperada por Louis Dreyfuss, que la colocó como número dos del mundo, detrás de Nike. Puma, en el 3er puesto, pertenece a François-Henri Pinot.
UNA LUZ DE RECONCILIACIÓN
Hace unas semanas la Selección de España señaló que cortó vínculo con Adidas para vestir a los futbolistas dejando la posibilidad para que Puma – su eterno rival – se postulara; sin embargo, la marca que inició con Rudolf Dassler, se niega a negociar por el mal trato que le han dado a Adidas.
Con esto, se podría confirmar una posible reconciliación después de 70 años.
La competitividad entre los hermanos era tal que tras la muerte de Rudolf – en los años 70s -, Adidas lanzó un comunicado en el que se afirmaba lo siguiente “por razones de piedad humana, la familia Adolf Dassler no hará comentario alguno sobre la muerte de Rudolf Dassler”. Cuatro años después moría Adolf y su tumba fue colocada lo más lejos posible de la de su hermano. Lo dicho, enemistad y competencia hasta el final de sus días.
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