Si quiero comprar el nuevo videojuego en Nueva Jersey puedo ir a Amazon.com y pagar 59.99 dólares o puedo ir a BestBuy.com y pagar 59.99, dólares, más el impuesto sobre las ventas de 7% que cobra Nueva Jersey para un gran total de 64.19 dólares. Pocos elegirían desembolsar esos 4.20 extra que Best Buy está cobrando, es ahí donde radica el problema para los minoristas tradicionales.
Si le compras a un minorista que no tiene presencia física en tu estado de origen, y evitas los impuestos estatales y locales sobre bienes en el momento de la compra. (Amazon recauda impuestos en sólo cinco de los 50 estados de Estados Unidos.)
Es una buena ganga para los compradores, pero supone una enorme e injusta ventaja para los minoristas en línea, cuyas tiendas virtuales han apaleando por años a sus contrapartes físicas, tiendas de cemento y ladrillos fuera de Internet. Y es un doble golpe para las arcas públicas de los estados: No sólo los minoristas en línea no recaudan los impuestos sobre las ventas que realizan, sino que contribuyen a sacar del negocio a empresas como la cadena de librerías Borders y la cadena de electrodomésticos Circuit City, cerrando lo que antes era una fuente de ingresos para los estados y los municipios.
Esta pelea por la recaudación de impuestos locales se ha venido gestando desde hace más de una década, pero importa hoy más que nunca. Se prevé que las ventas en línea totalicen unos 226,000 millones de dólares (mdd) este año y que lleguen a los 327,000 mdd en 2016. Los estados y los municipios de Estados Unidos están perdiendo alrededor de 25,000 mdd al año por impuestos no recaudados, según estima la National Retail Federation.
Los minoristas en línea y por catálogo han sido los beneficiarios de una sentencia de la Suprema Corte estadounidense que declara que para ellos es una carga excesiva tener que navegar por la multitud de feudos que claman su tajada por cada centavo que gastas. Los jueces llevan razón: Al presente, en el país hay 9,600 jurisdicciones del impuesto sobre ventas y ese número crece de 300 a 500 cada año, según la Tax Foundation. “La legislación fiscal puede ser muy confusa”, dice Joe Henchman, analista de políticas del organismo.
La mayoría de los vendedores en línea que no son Amazon (pensemos en todas esas personas que venden sus productos en eBay) no tienen los recursos para navegar por la maraña de leyes fiscales locales.
Cuando los presupuestos son limitados y los déficits aumentan (como ocurre ahora), los gobiernos inevitablemente comienzan a buscar nuevas formas de recaudar ingresos. Ha sucedido una y otra vez en Estados Unidos. Si consultamos los documentos de la agencia tributaria, el IRS, de la década de 1940, entenderemos cómo se financió la Segunda Guerra Mundial (con los impuestos especiales denominados “Victory taxes”, nuevos tramos impositivos, y así sucesivamente). Hoy, frases como “pagar mi parte justa” se han convertido en parte de nuestro léxico diario, y los burócratas rebuscan formas para obtener más dinero. Pero antes de lanzarnos a crear nuevas clases de gravámenes, tributos y tarifas, deberíamos buscar las desigualdades en el código fiscal actual.