El Centro Comercial Camino Real está ubicado en el corazón de San Isidro, en Lima, y junto con Plaza San Miguel, marcaron el inicio de la era de los centros comerciales en el Perú. Fue inaugurado con bombos y platillos el 25 de noviembre de 1980 por el presidente Fernando Belaunde Terry. En su época, fue el mall más moderno del país, pero nunca despegó y se condenó al fracaso. ¿Por qué? Aquí la historia.
El 25 de noviembre de 1980, las cuadras 3 y 4 de la avenida Camino Real, en San Isidro, estuvieron en boca de todos. Eran casi las 7:30 de la noche, cuando el presidente Fernando Belaunde Terry y su esposa Violeta Correa de Belaunde inauguraron el más grande y moderno complejo comercial jamás visto en el país.
Camino Real incluso fue considerado como uno de los centros comerciales más atractivos de América Latina. Su inauguración se dio en medio de gran expectativa y cómo no haberla, después de haber tenido un gobierno militar que había recortado las opciones de consumo.
Uno de los malls más modernos de América Latina
Los limeños encontraron en el elegante “Camino Real” una alternativa diferente para hacer sus compras o solo distraer los ojos mientras observaban la ropa de moda que se exhibían en los luminosos escaparates de las tiendas. Era la alternativa perfecta para pasar el fin de semana.
Los diarios de la época describían este megaproyecto como uno de los últimos conceptos comerciales y urbanísticos más importantes de América Latina. La idea era convertirlo en una verdadera ciudadela, con comercio, esparcimiento, oficinas y departamentos. Un gran sueño que quedó trunco.
La inversión inicial llegó a los dos mil millones de soles. Hasta ese momento solo se había construido la primera de las tres torres, que ahora vemos; y abrieron con 200 tiendas, entre ellas un supermercado, una pizzería, tiendas de ropa, zapaterías, accesorios para el hogar, boutiques, librerías. etc.
El moderno mall también contaba con confortables salas de de cine, “Real 1” y “Real 2. Ellas también fueron la gran atracción, cada sala con una capacidad para 500 personas ubicadas en el segundo piso del centro comercial. Su funcionamiento empezó el 1 de diciembre de ese año, siendo todo un éxito.
En el tercer piso, el mall lucía una espetacular pista de patinaje con música, toda una verdadera novedad para esos tiempos en la ciudad de Lima. Por estas razones, el mall se convirtió rápidamente en el favorito de los limeños, pero esa magia se empezaría a apagar con un hecho de violencia.
Violencia y miedo
Tras 12 años de esplendor, el 8 de octubre de 1992, un atentado terrorista en el local del bingo que funcionaba en el segundo piso del centro comercial, asustó a más de uno.
El ataque provocado por bombas, generó un incendio de grandes proporciones, por lo que se tuvo que contar con la rápida intervención de los bomberos. Luego de una hora, el siniestro fue controlado, sin dejar víctimas pero sí cuantiosos daños materiales.
Este hecho de violencia empezó a traer abajo a este grande. El miedo espantaba a la clientela, pues en esos momentos el corazón de San Isidro parecía ser el objetivo de los terroristas.
Si ellos fueron el comienzo de su agonía, lo que terminó de sepultarlo fue la aparición de nuevos malls como el Centro Comercial Jockey Plaza en 1997, y Larcomar al año siguiente con una oferta renovada de entretenimiento.
Frente a ello era muy difícil competir, y no por la calidad del servicio sino por el modelo de negocio que no se adecuó a las nuevas ofertas comerciales. Además para vender el centro comercial había que llegar a un acuerdo en la Junta de propietarios, que son 220 aproximadamente.
La razón de su fracaso
Estratégicamente el esquema de los creadores de este establecimiento tuvo una gran falla. Como fue el segundo centro comercial que se inauguraba en el Perú, después de Plaza San Miguel, todas las personas involucradas se concentraron únicamente en el lanzamiento.
Nunca fue concebido para permitir un desarrollo en el tiempo, es más, el no haber dejado normas claras de marketing, constituyó el talón de Aquiles de este “Elefante Blanco”.
A diferencia del modelo actual de negocio de los centros comerciales, Camino Real fue concebido como un mero negocio inmobiliario de venta de metros cuadrados. No hay un dueño central que toma las decisiones. Es decir, construyeron Camino Real, vendieron todas las tiendas y se fueron.
Tras ello, cualquier decisión menuda, como pintar la fachada de un color o implementar un nuevo sistema de seguridad, se debía hacer mediante una Asamblea de Propietarios en donde todos opinaban y casi nunca se ponían de acuerdo.
Poco a poco el entusiasmo inicial de los propietarios se fue diluyendo y así se encuentra en un estado de parálisis hasta el día de hoy.
Recuperación del centro comercial Camino Real
Actualmente, la imagen que puede apreciarse no se compara en nada con la de antes. Pasear por sus instalaciones, es ver de inmediato letreros llamativos para la clientela, ofreciendo precios de remate por cierre de tienda.
Mientras tanto, entre las pocas tiendas que quedan están algunas joyerías, agencias de viaje, peluquerías, cabinas de teléfonos y una solitaria cafetería.
Pese a ello, parece haber una luz al final del túnel para este emblemático Centro Comercial. Una iniciativa privada propone remodelar el otrora mall más moderno del Perú, con una inversión superior a los US$ 120 millones.
Se trata del Grupo Centenario, que presentó un iniciativa para remodelarlo y recuperarlo. “Esta es una gran oportunidad para el vecindario y para la ciudad de poner en valor un edificio viejo y abandonado, que es parte de la historia de Lima; además, ayudará a ordenar el comercio atomizado en varias zonas del distrito”, dijo hace poco la compañía.
Sin duda, la historia de este emblemático Centro Comercial del Perú aún no ha escrito su último capítulo y quizá pronto lo veamos convertido nuevamente en el gigante que fue en su momento.