Dicen que cuando un estudiante indio pone rumbo a Estados Unidos para labrarse un futuro, los amigos que van con él al aeropuerto lo despiden de la siguiente manera: “CEO later, alligator!”. Un juego de palabras que indica las altísimas expectativas depositadas en el viajero. Unas expectativas justificadas por la notable proporción de indio-estadounidenses en la cúspide de las grandes multinacionales estadounidenses.
CEO de Starbucks es el último de una larga lista
El último de ellos es Laxman Narasimhan, que ejercerá como CEO de Starbucks, la mayor cadena de cafeterías del mundo, a partir del 1 de octubre. Narasimhan, que dice sentirse honrado por su nueva responsabilidad, será consejero delegado en un momento sensible para la empresa: con sus franquicias chinas en peligro, dadas las severas políticas de “covid cero” de Pekín, y un creciente esfuerzo de sindicalización entre los trabajadores de la hostelería de Estados Unidos.
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Pero Narasimhan parece tener el currículum adecuado. Ha sido CEO de Reckitt Benckiser, la multinacional de productos de higiene que fabrica, entre otras marcas conocidas, Durex, y consejero comercial de PepsiCo. Pero lo más interesante es su recorrido anterior: los pasos que dio en su juventud y que le permitieron alcanzar, en 2022, el trono de una de las corporaciones más importantes del mundo.
Si bien llena de méritos y esfuerzos, la biografía de Laxman Narasimhan podría ser fácilmente intercambiable con las biografías de casi cualquier otro ciudadano indio que un día decide dejar su país, y, 20 o 30 años después, está al timón de una empresa valorada en 61.700 millones de dólares.
Ese también es el caso de ejecutivos de origen indio como Sundar Pichai, consejero delegado de Alphabet; Satya Nadella, CEO de Microsoft; Parag Agrawal, CEO de Twitter; Shantanu Narayen, CEO de Adobe; George Kurian, CEO de NetApp; Arvind Krishna, CEO de IBM; Raj Subramaniam, CEO de FedEx; o Sonia Syngal, quien se desempeñó como CEO de Gap. Esto solo por mencionar algunos de los que están en el punto álgido. Si abrimos el foco al resto de posiciones ejecutivas, la lista se multiplica.
¿Qué tienen en común los CEO de origen indio de las grandes multinacionales?
Veamos los paralelismos: de los nueve consejeros delegados nombrados en el párrafo anterior, todos nacieron en la India, todos emigraron a Estados Unidos en su juventud, normalmente después de estudiar una primera carrera en su país natal, y todos se licenciaron después en alguna universidad norteamericana. No siempre de élite.
Por ejemplo, Thomas Kurian, CEO de Google Cloud, fue a Stanford y a Princeton. Pero Satya Nadella, CEO de Microsoft, estudió en la Universidad de Wisconsin y luego en la de Chicago. En tanto, Subramaniam, CEO de FedEx en Syracuse y Texas. Tanto Sundar Pichai como Laxman Narasimhan pasaron por la afamada Wharton School de la Universidad de Pensilvania.
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Estos hitos, sin embargo, tampoco parecen particularmente extraordinarios. Miles de jóvenes de Estados Unidos y de otros países entran cada año en estas mismas universidades, y en otras igual o más prestigiosas, a estudiar las mismas carreras de informática, ingeniería y, luego, el clásico MBA, el máster de negocios. Aun así, el 99,99% no acaban dirigiendo empresas de más de 800.000 empleados, como FedEx.
¿Por qué los CEO de origen indio lideran las grandes empresas?
Según el reconocido columnista indio Chidanand Rajghatta, que escribió ‘The Horse That Flew: How India’s Silicon Gurus Spread Their Wings’ (‘El caballo que volaba: Cómo los gurús de Silicon de la India desplegaron sus alas’), la desproporción de indio-americanos en las jefaturas corporativas se puede explicar por una serie de factores históricos y culturales.
Una razón obvia es que los indios, debido sobre todo al legado colonial británico, suelen dominar sin problemas la lengua inglesa. Este legado colonial, además, habría establecido una tradición de mandar a los mejores estudiantes al extranjero, para que aprendan cómo se hacen las cosas en los principales puntales económicos del mundo.
Otro motivo claro sería, también, la “brutal” competitividad del sistema educativo indio. Las escuelas técnicas públicas de la India, las Indian Institutes of Technology o ITT, tienen una tasa de acceso del 2%. Como apunta Rajghatta, muchos de los consejeros delegados mencionados han estudiado en una ITT. Así que ya viene seleccionados, según los estándares más difíciles, de casa.
El sistema educativo indio, en realidad, solo sería un reflejo de la sociedad en su conjunto. Un ecosistema superpoblado en el que nadie se puede quedar atrás para tareas tan mundanas como subirse a un autobús atestado o para entrar en una simple, pero demandadísima, escuela pública. En comparación con esta vida de saltos, codazos y cálculo constante, Occidente es un paseo por el parque, una tarde de primavera, para estos ejecutivos indios.
“Trabajo duro, ahorro e industria. Habiendo llegado a Occidente tras una agresiva lucha, los indios no pierden tiempo a la hora de subir por la estructura social y económica”, escribe Rajghatta. Los estudiantes, por ejemplo, “jamás viven por encima de sus posibilidades, terminan rápido sus deberes del curso, gastando lo mínimo posible, y están preparados para zambullirse en el trabajo”, señala el comunicador.
Otros factores a tomar en cuenta
De momento solo nos hemos centrado en la estrechísima categoría de los consejeros delegados, pero la percepción es similar si miramos estadísticas más generales. La familia mediana indio-americana gana 123.700 dólares al año, prácticamente el doble que el estadounidense medio. En la educación superior la desproporción es más acusada.
El 79% de los indio-americanos tiene un diploma universitario, frente al 34% de la media nacional. Por ejemplo, en la vida cotidiana, es habitual que los indio-americanos tengan una presencia desproporcionada en la medicina. Una consecuencia de la demanda estadounidense de doctores, que el mercado laboral indio, mediante la inmigración, estaba capacitado para satisfacer.
Si seguimos por este camino, caeremos en el pantano estadounidense de las sensibilidades identitarias. Uno de los estereotipos raciales denunciados por una parte de los americanos es el de la “minoría modelo” (los asiáticos), por dos motivos: uno, porque su ensalzamiento sería una manera de minusvalorar, por comparación, a las minorías a las que no les ha ido tan bien. Y dos, porque las altas expectativas pueden resultar en una tremenda presión social para los miembros de dicha minoría.
Así lo explica, por ejemplo, el Departamento de Salud Mental de la Universidad de Texas: “Individuos que se identifican como asiático-americanos pueden sentirse presionados para estar a la altura de estas expectativas culturales. Es importante recordar que nadie está a la altura de un estereotipo el 100% del tiempo, y que los asiático-americanos son un grupo diverso de individuos con experiencias diversas”.
Sea cual sea el caso, Laxman Narasimhan está a punto de ser el CEO de una empresa con más de 33.000 franquicias en 80 países. El fundador y CEO interino de Starbucks, Howard Schultz, confía en que este “líder inspirador” capitanee con mano firme la compañía. “Su comprensión de nuestra cultura y nuestros valores, junto a su experiencia como constructor de marcas, lo hace un campeón de la innovación y líder operacional”, señaló Schultz tras el anuncio de su sucesor. La noticia confirmó que India se ha convertido en la nueva fábrica de CEOs del mundo.