Es imposible ser fiel a alguien o a algo que no está presente. No tiene sentido y la necesidad se impone. Así siente gran parte de la población que, con suerte, toma con celeridad los productos que hay en los anaqueles de los supermercados, bodegas o mercados, antes de que se acaben.
La gente ya no pide sus marcas favoritas, hace tiempo eso pasó a un segundo plano. Lo importante es conseguir los productos que se necesitan o desarrollar estrategias para hacerse de estos apenas llegan, independientemente de sus marcas.
La escasez alcanza 21%, según el BCV, índice que eleva la inflación , calculada en 45,4% al pasado septiembre. Los consumidores se quejan de que solo no hay suficientes productos (escasez), sino tampoco variedad en la oferta (desabastecimiento), siendo el sector de alimentos el más afectado.
El negocio de las marcas está así herido de muerte, por infidelidad impuesta ante la impronta de la ausencia.
Larry Hernández, socio de la agencia de publicidad DLB Group, reconoce que la gente migra de las marcas de su preferencia a las que se consiguen, pero opina que, al menos en teoría, cuando los mercados normalizan su abastecimiento, los clientes vuelven a ser fieles a las “marcas de siempre”. Sin embargo, no hay garantías de ello y sí riesgos.
“Al prolongarse el desabastecimiento en el tiempo, las historias de las marcas comienzan a diluirse en la mente de los consumidores y también van perdiendo su valor en el mercado. La gente se va desconectando y la relación se enfría, por eso es importante que la publicidad se mantenga, aun en los peores momento”, señaló Luis Vicente León, director de Datanálisis.
El mercado tiene marcas extranjeras, de distinta calidad y procedencia. No necesariamente son de mala calidad, como a veces se dice. A veces es todo lo contrario.
Lo que sucede es que muchas de esas marcas no son conocidas en Venezuela, y las empresas que las representan tampoco las difunden a través de campañas publicitarias, porque su presencia en los anaqueles es espasmódico (a veces están y a veces no) como resultado de importaciones erráticas.
Esas marcas “golondrina” vienen sin anunciarse y, luego de permanecer una estación, desaparecen del mercado. De ahí que las empresas que las representan no construyan comunicaciones sólidas con el público en este país.
Un fenómeno que está ocurriendo últimamente es que los consumidores reconocen los productos extranjeros no tanto por su nombre de marca, sino por su procedencia. Por ejemplo, en vez de decir “queso Conaprole”, hablan de “queso uruguayo”. O en vez de “Zaffiri”, se refieren a “pastas de Italia”. Lo mismo sucede con el café de Colombia, la leche de Argentina o Ecuador.