Mente inquieta, pensamiento anárquico, curiosidad infinita, dibujar con la mente en blanco, condicionarlo todo, desterrar las verdades absolutas … Qué habría sido de nosotros si Galileo no hubiera tenido dudas, si Henry Ford no hubiera condicionado la funcionalidad del coche de caballos, si Adrià no hubiera deconstruido la tortilla o si Steve Jobs no se hubiera re-imaginado el presente.
Si hablamos de ausencia de estilo en interiorismo obligatoriamente hemos de plantearnos, replantearnos, en cada proyecto, un reinicio conceptual. Esto sería ideal, pero lo que aquí planteamos es otra cosa, no la conveniencia sino la posibilidad.
¿Es utópico creer que podemos desnudarnos mentalmente en cada proyecto? ¿Es posible carecer de estilo en interiorismo? Podríamos extender la pregunta a cualquier rama del diseño.
El caso es que estamos buscando herramientas que nos permitan desterrar creencias, olvidar deseos subconscientes, replantearnos viejas idealizaciones. Pero llegado el momento siempre acabamos en un mismo lugar. Cualquier solución contiene información y por ende, lo queramos o no, adolece de estilo.
Quizá la carencia de estilo tenga que ver con la desnudez absoluta, conceptual, física y mental…
Hace unos días Fernando Gallardo, analista de tendencias y crítico de hoteles del diario El País, planteaba en una de sus charlas que el mayor impedimento para la innovación son los protocolos, información previa que coarta la libertad creativa. Los protocolos, según Gallardo, nos anclan en la antigüedad, y —esto es de cosecha propia— nos imponen cierto estilo.
Me obsesiona que nuestros trabajos no se reconozcan como nuestros. Que carezcan de estilo, solo así podrían estar dotados de personalidad propia.
Odiamos las etiquetas, escuelas o modas y huimos de cualquier tipo de atributo inmóvil, genérico o absoluto. Por el contrario amamos los espacios con personalidad, atemporales, inclasificables… aquellos que nacen de un folio en blanco de verdad.
Es improbable alcanzar este estatus cuando te enfrentas a un proceso creativo condicionado por una estética, por un ego creativo —muy común en esta profesión— o cualquier otro aspecto que interfiera en el proceso en su fase embrionaria.
Un diseñador debe enfrentarse a la problemática del diseño totalmente desnudo, virgen y sin artificios. Pero insisto, ¿es posible?
“La razón por la cual tienes un estilo de diseño es la razón por la cual no has resuelto el problema del diseño”. Es fácil entender que la frase de Charles Eames en una de nuestras citas de cabecera.
Autor: Ivan Cotado
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