El mundo se encuentra en una era en la que, si un artista decide vender discos, queda más bien endeudado. En donde las ventas digitales aún están en pañales y en donde salir de gira no siempre resulta rentable. Así, las estrellas de rock necesitan maneras de salir adelante y mantener su costoso nivel de vida; por ello, la última tendencia es ponerle la firma a distintas bebidas alcohólicas. A continuación, diez músicos con marcas propias de licores:
1. Iron Maiden: Fanático de la Real Ale, la tradicional cerveza de alta fermentación británica, Bruce Dickinson convenció al resto de su banda de lanzar al mercado botellas con Eddie the Head en la etiqueta. Así nació “The Trooper”, una birra inspirada en una de sus canciones más escuchadas y que promete ser sabrosa y aromática, gracias al uso de tres tipos de lúpulo en su fermentación.
2. Gustavo Santaolalla: De Arco Iris a Hollywood, el músico y compositor es un virtual embajador de los símbolos argentinos en el mundo. Primero reactualizó el tango con Bajofondo y, desde 2005, se metió con otro ícono local, el vino. Al igual que sus canciones, la línea de Malbec de Santaolalla nacida en Lunlunta, Luján de Cuyo, conquistó a los críticos y tiene miles de fanáticos.
Santaolalla comenzó en 2005 su propio proyecto vitivinícola, cuando compró una finca en Lunlunta, Luján de Cuyo. Cinco años después los frutos de esta finca se ven plasmados en sus vinos: Don Juan Nahuel (llamado así en honor al hijo de Santaolalla) y Celador, cuyo nombre sale de la canción “Celador de Sueños”, interpretada por el dúo de dueños del emprendimiento. También desarrolló cervezas: Grosa y Regrosa
3. Dave Matthews: Otro cultor del tinto es Dave Matthews, quien dejó de lado un momento a su banda para lanzar “The Dreaming Tree”, una línea de Chardonnay y Cabernet Sauvignon. Reconocido ecologista, Dave diseñó botellas con 50% menos de vidrio, corcho biodegrabale y etiqueta de papel reciclado.
4. Hanson: Las estrellas teen también crecen y empiezan a tomar bebidas alcohólicas. En el caso del trío más rubio del que se tenga memoria desde las Triliizas de Oro, tiene su propia marca de cerveza que, no se sorprendan, se llama “MMMHop”
5. Motörhead: ¿Cuánto rock entra en un bar? A juzgar por el tamaño del vodka de Motörhead, mucho y en poco espacio. Lemmy Kilmister necesitaba pagar las expensas y autorizó a una destilería de Malmköping, Suecia, para que fabrique el preciado néctar en pequeñísimas botellas negras que cuestan 40 dólares cada una.
6. Jay-Z: Mucho antes de conocer a Beyoncé y convertirse en un hombre de traje y corbata, Jay-Z rapeó su famosa frase “I’m not a businessman, I’m a business, man”. Y vaya si él mismo no es un negocio: a falta de una, tiene dos marcas de cognac, pensadas para atraer a los más jóvenes
7. Bono: Cuando no está salvando al mundo de la pobreza o llenando estadios, Bono también se dedica a facturar. Por ahora es un rumor, pero en Mendoza muchos lo dan por hecho: el líder de U2 habría comprado viñedos en aquella provincia en su última visita al país y ya está trabajando en su primera línea premium.
8. Marilyn Manson: Como era de esperar, el más villano de los popstars eligió una bebida maldita a la hora de hacer dinero. Marilyn Manson tiene Mansinthe, un absenta con 66,6% de alcohol y una botella de 0.7 litros que cuesta 30 euros. Según el divo goth, el 666 es por el diablo y el 7 es por Dios.
9. Justin Timberlake: Tiene su propia cadena de restaurantes, una marca de ropa, un línea de productos para jugar al golf y es el presidente de MySpace pero Justin Timberlake quería más. Desde 2009 sumó a su reino el tequila “9:01” es un destilado más económico que el de sus colegas y pensado para hacer la previa antes del boliche
10. Whitesnake: Sexo, vino y rock and roll para los británicos de Whitesnake, que en 2010 lanzaron con poco éxito Zinfandel, su primer tinto. “Is This Love?” le habrán reclamado a sus fanáticos cuando no salieron en tropel a comprar sus botellas.
Se espera, a su vez, que hayan otras maneras en que los músicos puedan realmente conseguir una rentabilidad optimista en pleno siglo 21.