Quién no ha pasado alguna vez por una tienda de Zara o comprado en uno de sus exclusivos establecimientos. Todos nos hemos quedamos embelesados con sus vistosos escaparates y deslumbrantes luces, pero los inicios de la marca están muy lejos del glamour y los lujos. El origen de Zara tiene como protagonista a Amancio Ortega, el empresario español que sorteó a la pobreza para fundar un imperio multimillonario de la moda. Esta es su historia.
Hijo de un ferroviario y de una ama de casa, Amancio Ortega Gaona nació en la localidad española de León, en 1936, y era el menor de tres hermanos. Su infancia fue difícil y llena de carencias. A los 12 años se trasladó a La Coruña, debido al trabajo de su padre. Es ahí que la vida le daría un golpe que lo marcaría para siempre.
Una tarde al salir de la escuela, Amancio fue con su madre a una tienda a comprar comida. Él era el pequeño de la familia y a ella siempre le gustaba recogerlo para llevarlo a casa. La tienda de alimentos en la que entraron tenía un mostrador alto, tan alto, que Amancio no veía a quien hablaba con su madre, pero le escuchó algo que nunca olvidaría.
“Señora Josefa, lo siento mucho, pero ya no le puedo fiar más”, dijo el dueño del establecimiento. Aquello dejó destrozado al pequeño Amancio de apenas doce años. Aquel encontronazo con la cruda realidad lo hizo prometerse que su familia nunca más pasaría hambre.
“Esto no le volverá a pasar a mi madre nunca más. Lo vi muy claro: a partir de ese día me iba a poner a trabajar para ganar dinero y ayudar a mi casa”, dijo el fundador de Zara en una de las pocas entrevistas que concedió. Es así que el pequeño dejó a un lado los libros, abandonó la escuela y consiguió un trabajo como ayudante en una tienda de camisas.
La camisería se llamaba Gala y desde el comienzo Ortega ya destacaba: “Era el chico para todo: lo mismo limpiaba la tienda que hacía recados o atendía en el mostrador cuando había mucha urgencia”, contó alguna vez José Martínez, el dueño del establecimiento.
Amancio, pese a su juventud, se tomaba el trabajo con seriedad y gran sentido de la responsabilidad. “Siempre me gustó lo que hacía y tenía mucho empeño por aprender”, contó alguna vez el creador de Zara.
Luego, con 17 años, pasó a La Maja, una tienda de confección de más categoría en la que también trabajaban sus hermanos Pepita y Antonio: Los dueños de La Maja prestaban mucha atención a las sugerencias del pequeño de los Ortega, que les propuso hacerse cargo de la confección de prendas con telas de la tienda y mano de obra aportada por Primitiva, la mujer de su hermano Antonio, que era modista.
Los resultados fueron positivos y en ese preciso momento Amancio, que no estaba dispuesto a regalar el valor añadido de sus iniciativas, dejó su trabajo como dependiente de la tienda para dedicarse a la fabricación del producto. En diez años de experiencia había hecho contactos con fabricantes de tejidos catalanes, que le dieron acceso a precios de mayorista, y había acumulado una interesante cartera de clientes propios.
En 1963 es el año en que Ortega da un golpe de timón a su vida y se pone a trabajar por cuenta propia: “Desde que empecé a trabajar tenía una idea que me obsesionaba: ¿Por qué no puedo inventar algo diferente a todo lo que hay en el mercado?”, pensó Amancio.
El empeñoso joven aún no sabía definir con claridad la idea que rondaba por su cabeza en aquellos años, pero decidió seguir su impulso y puso en marcha Confecciones GOA (sus iniciales en sentido inverso) con su hermano Antonio. Esta empresa sería el embrión de Inditex, que pronto sería uno de los imperios textiles más grandes del mundo.
Amancio y su hermano abrieron una cuenta corriente y dirigían la empresa. Mientras que su primera esposa Rosalía y su cuñada, que sabían de costura, se dedicaban a la confección de batas boatiné y vestidos, que estaban de moda por esa época.
GOA se encargaba de la fabricación, de la distribución y de la misma venta. Estaba presente desde el mismo momento que se daban las puntadas hasta que el cliente adquiría la prenda en la tienda. Esto eliminaba la dependencia de intermediarios, y reforzaba la capacidad de decisión del frente de mando.
Diez años después, la empresa contaba con 500 trabajadores y había absorbido las operaciones de aprovisionamiento y distribución al tiempo que había contratado un equipo de diseñadores. A Amancio solo le quedaba dar el último asalto: la distribución minorista.
El nacimiento de Zara
En 1975, Ortega recogería todo lo aprendido para fundar la empresa que le llevaría al éxito internacional: Zara. Este nuevo negocio estaba impulsado por la filosofía de GOA: ofrecer productos al precio y la velocidad que quería el cliente.
La primera tienda de esta nueva empresa quedaría localizada en una céntrica calle de La Coruña. Desde ahí, con una exposición pública más evidente, y todo un aparato empresarial cosechado durante años por Amancio, el imperio podía empezar a crecer.
Hay que tener en cuenta que a mediados de los años 70 España continuaba tratando de sujetarse al progresismo económico europeo, y que las grandes marcas norteamericanas todavía no habían pisado el sector textil de ese país. Zara tenía recorrido suficiente para instalar en el mercado su concepto, y barrer con facilidad a una competencia desorganizada y alejada de la buena atención al cliente que había construido Ortega.
Solo era necesario esperar para ver cómo se iba expandiendo el negocio. Las tiendas en España se multiplicaban a ritmo vertiginoso, y el nombre del empresario comenzaba a equipararse casi a la de un mesías del textil. Su éxito, en realidad, tenía poco de divino o casual. Detrás corría un convencimiento estratégico claro y una determinación de hierro.
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Ortega había creado un sistema de producción revolucionario. La moda rápida o instantánea, como se la empezaba a conocer, solo era posible gracias al método aplicado por Ortega. Uno basado en el control de todas las fases de comercialización, a fin de poder responder con éxito a las dinámicas tendencias del sector.
En lugar de renovar las colecciones cada tres meses, se pasaba a hacerlo cada una o dos semanas. El cliente acudía a Zara por sus precios, pero también porque sabía que siempre encontraría algo nuevo.
En 1977, Ortega decide construir las fábricas de sus empresas GOA y Samlor en la localidad de Arteixo, en La Coruña. Este lugar acogería la sede central que hoy todavía se mantiene en funcionamiento, y serviría de centro operativo para un negocio que estaba destinado a romper todas las barreras para convertirse en multinacional.
Inditex y la conquista del mundo
A medida que crecía el negocio se iba haciendo más urgente la necesidad de crear un aparato capaz de controlar burocráticamente la dirección de la nave. Eso mismo fue lo que animó a la familia Ortega a instituir Inditex (Industria de Diseño Textil) en 1985. Había demasiadas tiendas y demasiadas plantas de producción operando al mismo tiempo, y no existía un centro de mando lo suficientemente fuerte para controlarlo todo.
Este movimiento no solo permitió a Ortega organizar el abultado capital que se acumulaba, sino que además eliminó la incertidumbre frente a objetivos más ambiciosos. Había llegado el momento de probar la efectividad de la fórmula fuera de España, con la fuerza del primer centro logístico inaugurado solo un año antes. Y así, Inditex pondría los pies en Oporto (1989), Nueva York (1989) y París (1990).
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En todos estos mercados la estrategia vendría a ser la misma: buenos precios y un timing imbatible. Zara solo aceptaría cierta flexibilidad en el diseño, a fin de absorber los gustos culturales de cada región. Pero seguiría sin depender de más terceros de los necesarios, y de no hacer grandes inversiones en publicidad.
Amancio tenía claro que el dinero se apostaría a la compra de locales colocados estratégicamente, para obtener un posicionamiento natural que no dependiera de costosas campañas publicitarias. Podía ser una estrategia arriesgada, pero la realidad es que funcionaba. La buena marcha de Inditex sería la responsable en los años 90 de la creación de otras empresas enfocadas a los segmentos de mercado a los que Zara no era capaz de llegar.
Es así que en 1991, Ortega crea Pull&Bear, enfocado hacia el público adolescente y joven. En 1998 nace Bershka, que llegaría para dar salida a corrientes suburbanas y gustos estéticos menos mainstream. Además, la familia Ortega se había hecho con parte de Massimo Dutti, para apuntar al mercado italiano. Y ya en 1999 nace Stradivarius, que cerraría el equipo titular del grupo Inditex.
Inditex y el nuevo siglo
Con el inicio del nuevo siglo llegaría el movimiento de capital que hacía falta para consolidar el crecimiento y construir las bases del futuro. De esta manera, en el año 2000 Inditex invierte más de 300 millones de dólares en la expansión internacional de todas sus marcas, y un año después entra a cotizar en la Bolsa de Valores de España con un valor acumulado de más de 30 mil millones de dólares.
En 2011, con una de las mayores fortunas nacionales entre manos, y un imperio preparado para afrontar más años de éxitos, Amancio Ortega decide ceder la presidencia al por entonces consejero delegado Pablo Isla. Durante la década previa, la apertura de Oysho, Zara Home y Uterqüe le habían demostrado al fundador que el camino emprendido allá por los años 70, seguía siendo el mismo.
Valentía frente a la COVID-19
Tras más de tres décadas de crecimiento ininterrumpido, la crisis de la COVID-19 golpeó de lleno a Inditex, como no lo había hecho ninguna otra crisis económica mundial.
El grupo presentaba por primera vez en su historia unas pérdidas que la empujaban a niveles de facturación de preocupantes. Si el 2019 se había logrado cerrar con ventas por valor de 6.500 millones de dólares, en la primera mitad del siguiente ejercicio las cifras apuntaban hacia poco más de 3.600 millones.
¿Cuál fue la respuesta del negocio liderado de Ortega? En 2012 la compañía había ya iniciado un plan de optimización que pasaba por cerrar los locales más pequeños para aglutinar todos los recursos en los espacios de mayor envergadura. Esta estrategia se convertía ocho años después en arma de contención principal para la crisis. De esta forma, Inditex aceleró el cierre de 1.200 tiendas previstas para el 2021.
Así, en lugar de perder capital humano muy valioso, el grupo renunciaba al patrimonio más prescindible, sin, en realidad, verse afectada de ninguna forma a nivel operativo. Además, sus trabajadores fueron reubicados.
Al mismo tiempo, Inditex pasó a redoblar sus esfuerzos en la digitalización de sus canales de venta. Este esfuerzo, de hecho, le permitió reponerse y salir airoso del temporal durante los meses posteriores a la cuarentena, con 235 millones de dólares de beneficio.
Fortuna, Marta Ortega y los nuevos tiempos
Cabe señalar que Amancio Ortega es actualmente el hombre más rico de España, con una fortuna que bordea los US$77 mil millones de dólares. Además, se ubica en el puesto 11 de los hombres más ricos del mundo, según el último ránking elaborado por la revista Forbes. Y en más de una ocasión, se ha dado el lujo de liderar esta prestigiosa lista.
En los próximos años la compañía seguirá defendiendo a capa y espada los principios estratégicos de Amancio Ortega, pero también abordará los desafíos de la nueva era. La transformación digital de las tiendas se acelerará, y en 2022 hasta un cuarto del total de las ventas llegarán a través de la plataforma online.
En tanto, a partir del próximo 1 de abril, Marta Ortega, hija del fundador de Inditex, Amancio Ortega, se pondrá al frente de la compañía sustituyendo como presidente a Pablo Isla, que lideraba el grupo textil desde el año 2011.
Marta tendrá la gran responsabilidad y la difícil misión de mantener vivo el legado de su padre, quien a sus 85 años, siempre demostró que la humildad es una parte importante del éxito y que surgir desde abajo es totalmente posible. Todo depende de cada uno, de la visión y el camino que se escoja para conseguir ese futuro soñado.