El mercado laboral juvenil siempre es uno de los más afectados en toda crisis. En el país, el 22,9% de los jóvenes entre los 15 y 29 años ni trabaja ni estudia; los llamados “nini” suman un total de casi 2 millones de jóvenes (1.908.592), según un informe del Centro de Investigación Empresarial (CIE) de PERÚCÁMARAS. Y dentro de los sí trabajan, el 83,4% de los ocupados de jóvenes menores a 25 años, tienen empleo informal.
El otro es el de las mujeres, el aumento del trabajo no remunerado es mayor carga para ellas que para los hombres; con el riesgo adicional que esto trae de que se retroceda en los logros alcanzados de los últimos años. A las mujeres las contratan más informalmente que a los hombres y están más expuestas porque gran porcentaje de ellas están ocupadas en empleos más expuestos al contagio y a los afectados por la crisis.
La pandemia laboral se hace sentir fuerte en América Latina y el Caribe, que es la región donde se registraron la mayor cantidad de empleos perdidos a causa de la pandemia. Claramente la situación está agravada por los altos niveles de informalidad en la economía de estos países que venían creciendo de manera significativa en los últimos 5 años: la mitad de los trabajadores latinoamericanos se encuentran fuera del mercado formal.
Los peruanos sufren las consecuencias de un mercado laboral con muchas ineficiencias
En un informe realizado por Melisa Murialdo, CPA Analista de Región América Latina, ella nos cuenta que en el Perú, históricamente, la tasa de desempleo sólo ha superado marginalmente el 10 por ciento de la población económicamente activa (PEA). Lo que significa que el problema principal del mercado laboral peruano no está representado por los desempleados, sino más bien la calidad del empleo. Hoy, la situación pandémica que nos ataña exhibe de manera precisa y golpea duramente a quienes menos se ocuparon de las deficiencias acarreadas.
El azote más brusco del virus sobre el empleo en el país, implicó, de acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), la pérdida de más de 6 millones de empleos en el segundo trimestre del año, período que estuvo fuertemente marcado por la medida de confinamiento nacional para reducir el impacto de la transmisión y en cual, el desempleo aumentó a un récord histórico de 8,8%.
El mayor descenso en cuanto a población ocupada se registró en el área urbana, siendo este de casi el 50% de la población ocupada (5.859.500). En tanto, en el área rural, fueron 355.100 los empleos perdidos.
Las mayores caídas de empleo en el Perú ocurrieron en:
- los micronegocios, con una pérdida de 4.296.400 personas ocupadas
- los pequeños establecimientos con una disminución mayor al 50%
- los sectores de construcción (-66%) y servicios (-3.568.900).
¿Por qué son “deficiencias del mercado laboral” el subempleo y la informalidad cuando son personas ocupadas en algún trabajo?
En su informe, Murialdo nos indica que el estar subocupados implica que trabajen menos horas, ganen menos o saquen menos partido de sus competencias, lo que se traduce en un trabajo menos productivo: En términos generales, “suelen realizar un trabajo menos productivo que el que podrían y desearían hacer”.
Que estén ocupados de manera informal implica que sean laboralmente vulnerables; ya sea porque la ocupación que tienen no cuenta con un registro que garantice protección laboral o bien su empleador no les reconoce derechos como subordinados.
Los datos del INEI reflejan que las deficiencias del mercado laboral peruano se acentuaron con la pandemia: 8 de cada 10 peruanos dejaron de tener un empleo adecuado para pasar a formar parte del mercado laboral precarizado del Perú, ya sea como desempleados, inactivos, subempleados y/o informales.
De las personas ocupadas laboralmente, un 80% se encuentran subempleados. La tasa de subempleo aumentó en el país un 9,28%, se sumaron más de 700.000 peruanos subempleados en el país, arrojando un saldo de más de 8 millones de personas que trabajan en malas condiciones laborales.
A pesar de que la tasa de empleo informal se mantiene a lo largo del tiempo con variaciones mínimas, la misma posee un valor altísimo: abarcando al más del 70% de la población peruana ocupada, de acuerdo a los últimos datos en el año Julio 2019-Junio 2020, la tasa de empleo informal se ubicó en 74,3%, siendo 1,7 puntos porcentuales más que similar año móvil.
El sector primario fue el único en el que se emplearon más personas pero es el que más informales ocupa: los sectores de agricultura, pesca y minería presentan una tasa de informalidad de 93,6% a nivel nacional. Estas actividades concentraron a 4.697.000 personas en el país.
¿Cuál es la solución ante un escenario tan devastador?
La actividad económica de Perú cayó un 40,49% interanual en abril, el peor registro histórico y la tasa de desempleo casi se duplicó con respecto al mismo periodo del año anterior. Las proyecciones sobre la reducción de empleos para el año 2020 hacen prever una pérdida masiva de puestos junto a una reducción de las remuneraciones de aquellos que siguen trabajando. Según la CEPAL, la tasa de desempleo promedio en Latinoamérica se ubicaría en torno al 11,5%, por lo que el número de desempleados de la región llegaría a 37,7 millones.
La gran diferencia con otras crisis vividas, es que en el caso de esta pandemia ningún país del mundo tiene experiencia, lo que implica que la recuperación del mercado laboral sea incierta y cuanto mucho, parcial.
Según la OIT, aún en el caso hipotético de una rápida recuperación, es poco probable que para finales de 2020 la cantidad de horas de trabajo a escala mundial vuelva a ser la que existía antes de la crisis. Lo más probable es que las pérdidas de trabajo se ahonden en los próximos meses, dependiendo en gran medida de la evolución de la crisis sanitaria mundial. Pero si no se continúan tomando cartas en el asunto a nivel local y regional, los efectos redundarán en incrementos significativos de la pobreza a los ya elevados niveles de desigualdad.
Ante una caída prevista tan acentuada, según la analista Melisa Murialdo; se va a requerir un esfuerzo continuo, flexible y creativo para lograr una recuperación tal que permita volver a los niveles de empleos previos a la crisis mundial: el desafío para las políticas de respuesta a la crisis es enorme, requiriendo no solo programas de respuesta que estimulen la economía y el empleo; sino también que los reestructuren a fin de adecuarse a la nueva normalidad y poder aprovechar esta oportunidad para vivir en una sociedad más justa y resolver, con un virus como motor, la baja calidad del empleo que acarrea Perú.