La NASA anunció la semana pasada que invertirá alrededor de 100,000 euros (130 mil dólares) para que una firma europea desarrolle una impresora 3D para producir alimentos.
Los alcances de las impresoras 3D son increíbles, al punto que pareciera no haber límites. Los proyectos más ambiciosos desafían la credulidad de quienes no están familiarizados con estos avances, refiere La Nación.
A diferencia de las impresoras convencionales, en este caso específico, el proceso consiste en imprimir -con un cabezal y una plataforma móvil orientada a crear un objeto tridimensional- capa sobre capa distintos materiales, como plástico, resina, cerámica o metal.
Así, un programa del Massachusetts Institute of Technology (MIT) pretende imprimir un reloj completo, otras cosas que se pueden hacer con una impresora 3D son anillos entrelazados, bikinis, piezas de autos, muebles a pedido, prótesis, y ¿casas?
“Una empresa norteamericana ‘imprime’ casas capa por capa. El material es hormigón armado y la ‘impresora’, una especie de grúa con un cabezal. Con este sistema, en tres días se puede tener una vivienda terminada”, apunta Santiago Bilinkis, coorganizador del TEDxRíodelaPlata.
Además, se sabe que los últimos avances permiten anticipar cambios dramáticos en las industrias, la arquitectura y medicina.
Por lo pronto, es posible imprimir objetos en serie sin necesidad de un matriz, “fabricar uno, cincuenta o cien da lo mismo. El costo depende del material que se utilice”, explica Gerry Garbulsky, organizador de TEDxRíodelaPlata. Así, las impresoras 3D amenazan también con transformar los modos de producción.